La metamorfosis digital: inteligencia artificial y el nuevo rostro de la sociedad

JOSÉ VICENTE RIERA

Profesor en el Instituto de Robótica y TICs (IRTIC) de la Universidad de Valencia

5/14/20254 min leer

     Desde que el ser humano empezó a afilar piedras para cazar o encender fuego, hemos vivido rodeados de nuestras propias creaciones. Herramientas que prolongaban nuestras manos, máquinas que ampliaban nuestra fuerza, redes que extendían nuestra voz más allá del horizonte. Siempre hemos sido una especie que se transforma a través de lo que inventa. Sin embargo, en los últimos años, siento (como tantos otros) que estamos cruzando un umbral diferente. Por primera vez, nuestras creaciones empiezan a pensar, a decidir, a aprender. No ya a partir de nosotros, sino junto a nosotros, a veces incluso más rápido que nosotros.

     La inteligencia artificial no es ya una promesa lejana ni una fantasía de ciencia ficción. Está aquí, creciendo, aprendiendo, evolucionando de maneras que hasta hace poco parecían imposibles. Modelos como GPT-4, DeepSeek, Gemini, MidJourney, AlphaFold o Copilot no solo resuelven problemas, sino que generan arte, sugieren ideas, construyen narrativas. Como escribe Yuval Noah Harari, “por primera vez en la historia, estamos enfrentándonos a una tecnología que puede crear nuevas ideas culturales por sí misma” [1].

  No exagero al decir que en apenas cinco años la IA ha colonizado silenciosamente nuestra vida cotidiana: al pedir una cita médica, al consultar cualquier información, al comunicarnos en redes sociales, e incluso al elegir qué película vemos o qué producto compramos. Su presencia es ubicua, pero muchas veces invisible.

   Me pregunto a menudo: ¿estamos preparados para convivir con inteligencias no humanas? ¿O estamos caminando sonámbulos hacia un mundo que apenas entendemos? Elon Musk, una de las voces más influyentes (y más críticas) de la tecnología contemporánea, advertía recientemente: “En 10 años, probablemente habrá más robots humanoides que humanos. Si son construidos para aniquilar humanos, podrían hacerlo fácilmente” [2]. Aunque pueda sonar a catastrofismo, la advertencia encierra un llamado urgente a la prudencia: no se trata solo de lo que podemos hacer, sino de lo que deberíamos hacer.

    El impacto en el trabajo es inmediato. Algunas tareas mecánicas desaparecen; otras, más creativas, empiezan a ser compartidas con algoritmos. Según el informe 'Un nuevo futuro del trabajo' del McKinsey Global Institute [3], hasta el 30% de las horas trabajadas actualmente podrían ser automatizadas para el año 2030, impulsadas por la adopción de la inteligencia artificial generativa. No solo los empleos rutinarios; también los abogados, los arquitectos, los periodistas verán cambiar su manera de trabajar. ¿Nos liberará la IA del trabajo alienante, o nos enfrentará a nuevas formas de precariedad y dependencia?

     La cuestión de la creatividad humana también se vuelve más frágil. ¿Qué significa "crear" en una época donde una máquina puede componer sinfonías, pintar cuadros o escribir novelas en minutos? ¿Seguiremos valorando la originalidad, el esfuerzo, la imperfección? Como ya señalaba Margaret Boden (pionera en el estudio de la creatividad artificial) en el 2016, cuando las IAs no era nada parecido a lo que tenemos actualmente, “la creatividad humana no desaparecerá, pero sí cambiará radicalmente de significado” [4].

 No menos inquietante es la transformación de nuestras relaciones humanas. Terapeutas virtuales, asistentes de compañía, algoritmos que detectan emociones en tiempo real: vivimos una lenta pero imparable mediación de nuestra intimidad. ¿Acaso a alguien se le ocurre a día de hoy que es posible llamar por teléfono a algún organismo y que la primera “persona” que nos conteste no sea una IA? Según un informe del MIT Technology Review [5], más del 20% de los jóvenes entre 18 y 25 años en Estados Unidos ya han utilizado aplicaciones basadas en IA para apoyo emocional.

  Veo en todo esto un horizonte ambivalente. Por un lado, la IA promete curas médicas más rápidas, educación personalizada, soluciones innovadoras al cambio climático o la gestión de recursos. Por otro, encierra riesgos profundos: ampliación de las desigualdades sociales, manipulación informativa a gran escala, erosión de la privacidad, y lo que quizá sea más peligroso: una progresiva delegación de nuestro juicio crítico en sistemas que no comparten nuestra ética ni nuestra vulnerabilidad.

    La filósofa Shoshana Zuboff advertía: “La tecnología no es intrínsecamente ni buena ni mala. Pero no es neutra” [6]. Y aquí está, creo, el centro de la cuestión. La IA no será una maldición inevitable ni una salvación automática. Será lo que nosotros decidamos que sea.

    Quizá el mayor peligro no sea que la Inteligencia Artificial "piense mal", sino que nos acostumbremos a no pensar. Que deleguemos nuestras decisiones, nuestras memorias, nuestras preguntas más profundas a sistemas cómodos pero impersonales. Que renunciemos, sin darnos cuenta, a nuestra fragilidad, a nuestra imprevisibilidad, a nuestra humanidad.

    No podemos ni debemos detener el avance tecnológico. Pero sí podemos y debemos acompañarlo críticamente, diseñarlo con responsabilidad, humanizarlo antes de que él nos deshumanice.

      La metamorfosis digital que estamos viviendo es profunda, pero no está escrita en piedra. Cada decisión individual y colectiva que tomemos hoy dibujará el nuevo rostro de nuestra sociedad mañana.

  Quizá, más que temer al futuro, deberíamos recordar que seguimos siendo, al menos por ahora, los escultores de nuestro destino. La verdadera amenaza de la inteligencia artificial no es que aprenda demasiado de nosotros, sino que nosotros aprendamos demasiado poco de ella.

1. Harari, Y. N. (2023). El poder de las narrativas artificiales. The Economist.

2. Musk, E. (2025). Yahoo Finance: Elon Musk tells Ted Cruz he puts the odds of “killer robots” at 10%.

3. McKinsey Global Institute. (2024). A new future of work: The race to deploy AI and raise skills in Europe and beyond.

4. Boden, M. A. (2016). AI: Its nature and future. Oxford University Press.

5. MIT Technology Review (2024). AI and Emotional Support: A New Landscape.

6. Zuboff, S. (2019). The Age of Surveillance Capitalism. PublicAffairs.